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Un libro descubre las anécdotas que rodean la vida del Códice Calixtino


Autor:      Mar Mato
13/06/2012

El catedrático de Latín y director de la Axencia para a Calidade do Sistema Universitario Galego, Xosé Eduardo López Pereira, ha plasmado las vivencias del Códice Calixtino en un estudio que abre el libro Códice Calixtino. Guía medieval de peregrinos, que ayer presentó en Compostela y donde se recoge, además, el texto íntegro en latín y la traducción al gallego de los cinco capítulos.
Entre las anécdotas, López Pereira destacó el episodio que explica la razón por la que la obra no acabó entre los fondos del Escorial. Explicaba ayer el catedrático a este diario que en el año 1570, el Códice Calixtino estuvo a punto de ser llevado a Madrid con destino final El Escorial. Entonces, Felipe II había ordenado al coengo Ambrosio de Morales que recogiese todos los manuscritos que pudiese y se encontrase por Castilla y Galicia. De Morales se negó a llevarse el Códice a la capital alegando que "decía cosas tan soeces que no valía la pena", señala López Pereira.
El director de la Axencia para a Calidade do Sistema Universitario detalló que en el último capítulo, guía del peregrino, se recogen las costumbres "increíbles" que tenían navarros y vascos. Una de ellas era la que adoptaban las mujeres frente al fuego dejando al aire la entrepierna para que los hombres, de frente, la vieran. Otro apunte era el que indicaba que los navarros ponían esterillas a las mulas "para que nadie las penetrara más que ellos".
Esta quinta parte fue escrita por el único autor que se le conoce al Códice, el francés Ainmerico Picaud que realizó una especie de crónica de su viaje a través del Camino de Santiago. Si bien se ve esta historia como una guía, en la actualidad, hay lectores que lo ven más bien como una anti-guía por criticar y dejar mal paradas a las gentes y lugares de la ruta jacobea.
No obstante, gracias a los comentarios de Picaud, el Códice Calixtino –escrito alrededor del año 1160– prosiguió en la basílica compostelana. Sin embargo, en 1610, hubo otro intento de modificar su lugar de cobijo. Fue con el padre Mariana que también se negó a llevárselo al entender que "el libro, en su caítulo 4, decía una mentiras tremendas" como "el señalar que Carlo Magno liberó España de árabes a pesar de haber muerto antes", señala Pereira.
Las críticas de Mariana hicieron mella y ese cuarto capítulo fue arrancado falsificando el número. Finalmente, en 1886, el historiador López Ferreiro lo descubrió en el Archivo de la Catedral, se restauró en la Biblioteca Nacional y se volvió a colocar en el Códice.